Fernán Gómez de los espíritus: el mito y el genio, de la cuna al epitafio
Un libro y un documental, orquestados por Helena de Llanos, directora y nieta del actor, ven la luz casi a la vez para poner un broche de oro a las celebraciones de su centenario
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Ver una película, en la coyuntura de la revisión y la cancelación, sobre la emancipación femenina, el propio reconocimiento de la masculinidad tóxica o la sublevación misma de las imposiciones del género, parece ya algo estructural. Si el filme está en blanco y negro, la atención da un volantazo, y si explicamos que se rodó e intentó estrenarse en pleno franquismo, habrá quien no pueda más que derrapar. En “El extraño viaje”, de 1964 y quizá la obra maestra de Fernando Fernán Gómez como director, está todo su universo: el quejido de un país que siempre sospecha de sí mismo, la presión de la opinión pública –aquí pueblo cotilla- sobre el individuo y hasta la propia malversación de lo que tiene o no que ser un personaje público e, incluso, cuando o en qué circunstancia se deja de serlo. A unos días de que se cumplan 14 años (21 de noviembre) desde que el actor, realizador y dramaturgo llegara al último peaje de su propio trayecto, y en el año que también es centenario de su nacimiento, dos proyectos se cruzan y dialogan entre sí para ahondar en ese mismo viaje en el que centró su vida, pero ahora desde el punto de vista más personal y más cercano de uno de los autores más propios de nuestra cultura.
De presencias y ausencias
“Lo del apellido no te creas que es tanto por no usar el suyo como por lo importante que era para mí usar el de mi madre. Yo esto lo habría hecho aunque mi abuelo no fuera Fernando Fernán Gómez”, explica desde la paciencia de haberlo hecho por enésima vez Helena de Llanos, hija de Mercedes de Llanos y, por tanto, nieta del genio centenario y tataranieta de María Guerrero. Y sigue: “¿Cómo se vive con un abuelo así? De pequeña, me relacionaba con ello de una manera confusa. No entendía muy bien lo de las figuras públicas y la fama. Mi abuelo era mi abuelo pero ya está. Yo no le decía a la gente que él era mi abuelo. Y a veces también era divertido, porque la gente hablaba de él con total naturalidad delante de mí y no sabían quién era él. Luego, lo he ido aceptando”. De Llanos, que ha desarrollado una carrera propia en el cine de no ficción más allá del legado familiar, es la artífice y principal responsable de un libro, “El libro de Fernando Fernán Gómez. Antología polifacética de obra y vida”, que edita Blackie Books y ya está a la venta una película documental, “Viaje a alguna parte”, que verá la luz a principios de 2022.
El origen de los proyectos, como en casi todo lo “fernandino”, tiene que ver con la determinación y el tesón: “Comencé a investigar hace unos cinco años, cuando Emma Cohen todavía estaba viva, y empecé por el trabajo de Fernando, por su obra escrita y cinematográfica. Y ahí Emma me documentó mucho, y de alguna manera participó en el guion, en esas primeras fases de la película, con lo que le gustaba y lo que no. Cuando murió Emma, en 2016, me instalé en la casa de ambos y el proyecto dio un giro. Ella pasó a ser tan protagonista como Fernando”, explica una realizadora que, en el último lustro, ha vivido y respirado la relación entre Fernán Gómez y Cohen todos los días. Y confiesa: “Al vivir en la casa, me sumerjo en todo ese material que ellos han dejado y en la imaginación que esa casa permite. Entonces, la escritura de guion y la investigación para el libro van en paralelo. La película cuenta una historia a partir de la presencia, pero también la ausencia de Fernando y Emma. Ha sido un trabajo de engarce minucioso para dar con una especie de “collage” cinematográfico”, añade.
De la cuna al epitafio
La parada más inmediata del viaje, el libro y casi biblia que la nieta del dramaturgo ha editado junto a Jorge de Cascante, es un portento de más de 500 páginas en el que se analiza la figura de Fernán Gómez (y, por consiguiente, también de Emma Cohen) bajo multitud de prismas y desde el anarquismo más absoluto, ese que hizo verbo en vida su protagonista: “Tiene que ver con cómo eran Fernando y Emma. Yo me considero también anarquista como ellos, y en esa concepción del mundo, quizá, la familia no tiene el mismo peso que en la sociedad hegemónica. La nuestra no era una relación abuelo-nieta convencional. Pero claro, hay causalidades inevitables. Si hablas de mí, no dirás la directora de cine, dirás la nieta de Fernán Gómez, y tampoco pasa nada. A mucha honra. La sangre pesa mucho socialmente, pero en nuestra familia no tanto”, explica sincera De Llanos.
Así, desde unos primeros compases de aforismos “fernandinos” (“El éxito y el fracaso no son hechos, sino sensaciones”, “No soy un actor consagrado. En este país nadie se consagra nunca. Todo está siempre en la cuerda floja”), nos trasladamos hasta su autobiografía, extractos de sus guiones y obras de teatro e incluso simples notas que repartía por el domicilio familiar: “Por supuesto, hay cosas que se han quedado fuera porque sería demasiado invasivo compartirlas, pero creo que mi abuelo nunca tuvo nada que esconder. Por eso, al encontrar esas notas, que no eran más que pensamientos sueltos o versos libres, siento de algún modo que lo escribió para que alguien en algún momento lo leyese”, explica la autora. Lo textual, lo explícito y lo metafórico, en la cuidada edición de un libro que solo se puede calificar como extraordinario, se dan la mano en el espléndido archivo fotográfico del mismo, que nos muestra a Fernán Gómez desde la cuna hasta “Mia Sarah” (2006), la última película en la que participó el mito.
Especial atención merece el apartado “Un mito erótico no escribe novelas”, dedicado a Emma Cohen (“A la que consideraba igual de abuela que mi abuela”, explica De Llanos) y que en el libro tinta las páginas de rosa. Literalmente. Ese homenaje, una puerta también a la vulnerabilidad de un hombre que trascendió como duro y a un actor que epató siempre en lo estoico, es el puente aéreo entre el libro y el documental, “Viaje a alguna parte”, en el que Cohen nos guía por lo “fernandino”, que era también lo propio y a la vez, lo ajeno de quien se percibe satélite pero no renuncia a lo celestial. Igual que De Llanos no renuncia al “nieta de”, Cohen jamás renunció al “mujer de”, y lo convirtió en una marca sobre la que trascender en lugar de victimizarse. “Yo no lo planteo en términos reivindicativos pero puede que la recepción sí sea esa. La obra de Emma (Cohen) es muy desconocida, pero creo que tiene mucho que aportar a todo el mundo. Eso siempre lo tuve claro, pero es cierto que quizá la opinión pública no. Tenía que ir sobre los dos, y lo tenía claro cuando ella estaba viva. Ella me insistía y me decía “no, esto es sobre Fernando”. No le interesaba figurar, porque era una creadora total y una creadora libre, y eso es lo que se ve en la película, su libertad y su osadía. Para mí, esa vida hecha por “dos”, aunque fueran “unos” sumamente sólidos era lo más importante”, remata la directora.
Un viaje compartido
En el documental, que ha sido posible gracias a la participación de Enrique Cerezo como productor y a su archivo histórico de cine español, “fernandino” en sí mismo, De Llanos mezcla su propia experiencia con la de los recuerdos personalizados de sus antepasados, en una especie de realismo mágico que, sin dejarse llevar por lo onírico, es victorioso en su cometido de explicar una figura tan compleja como la de Fernán Gómez a la audiencia. “Viaje a alguna parte” se puede entender como un beso entre el documental y la no ficción para traspasar su propia condición y volverse solo un medio. Igual que a la protagonista de “Giulietta de los espíritus” (1965), de Fellini, a De Llanos la casa se le cae encima por momentos, volviéndose necesaria la búsqueda de respuestas. No es tanto contar un Fernán Gómez oculto, ni tener empeño en que en su intimidad estaba su autenticidad, sino en exponer que se trataba de un sujeto meridiano y nítido, tan natural como en cualquiera de sus apariciones públicas. Rompiendo la cuarta pared, la directora nos pide ser cómplices de su búsqueda y de su deconstrucción de la imagen de “el abuelo”, como si intentara cotejarla con el imaginario común y el perfil público de Fernán Gómez.
Igual que Giulietta, pero con resultado más amable, Helena de Llanos también deja que un proyector ilumine las estancias de su casa con verdades, actuaciones y “wishful thinking” de lo que una vez fue nuestro cine. La realizadora, consciente de que el encuentro entre el documental y la ficción se apasiona en la posmodernidad, es capaz sin embargo de actualizar la idea del relato para que no quede en mero álbum de fotos y se convierta en algo más parecido a un collage, a un ejercicio clínico de recuerdos sobre la no-ficción. Así es como surge la duda: viviendo tan cerca el mito, ¿cómo se evita el ensimismamiento? De Llanos, responde sincera y con vehemencia: “No diría que fue mi principal miedo, pero sí era una especie de lucecita en la cabeza que me evitaba pensar en el encierro en mí misma o en una dedicatoria a lo que yo he sido junto a ellos. No puede ser terapia, tampoco. Es un objeto cinematográfico, o quería ser, imaginativo. ¿Cómo lo evito? Pues con mucho trabajo y con mucha imaginación. Creo que, al final, ese ensimismamiento te lo puedes dejar para ti, pero cuando compartes algo con los demás tienes que interpelar. No podía ser la única espectadora del documental. Para mí, ya me quedo en casa con los materiales. Lo que quería era comunicar y compartir ese viaje. En ese sentido, quizá los guiños a cámara tenían que ver con eso, con ese “estamos juntos en esto””, se despide.