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A la derecha, Carlos Saura mientras captura un instante del rodaje de "Sevillanas" (1991)

Sal, harina y folclore: el cine español confía en sus artesanos

Carlos Saura, Agustí Villaronga y Benito Zambrano vuelven con nuevos estrenos para este fin de semana

Tienen (entre todos) más de doscientos años y no están cansados de rodar. Piensan que el cine es un modo de expresión artística más, porque se han volcado también en la literatura, el teatro o la política. Suman 8 premios Goya, y un total de 15 nominaciones. Esta semana, nuestra caprichosa y caótica cartelera patria ha querido que coincidan en el tiempo tres clásicos de la gran pantalla, cada uno de su padre y de su madre: Carlos Saura (Huesca, 1932), Agustí Villaronga (Mallorca, 1953) y Benito Zambrano (Sevilla, 1965). Lo hacen, además, junto a otras 13 películas en uno de los fines de semana más cargados en cuanto a estrenos se refiere desde que comenzó la pandemia. Si le buscamos una explicación y dependiendo de a quien pregunten, esta urgencia bien puede deberse a los requisitos de distribución que exigen ciertas ayudas y, si pensamos mejor, a la necesidad “clasificatoria” que tienen algunos de estos filmes de cara a premios como los Forqué, los Feroz o los Goya. Sea como sea, y pese a la batalla que librarán entre sí, las salas de cine vivirán una alternativa frenética antes de que acabe el año gracias a películas como las de los tres “viejos rockeros” que llegan esta semana.

De Chavela a Rivera

Una escena de "El rey de todo el mundo"
Una escena de "El rey de todo el mundo"ImdbImdb

El mayor de ellos, apenas unos meses después de inaugurar el Festival de San Sebastián con un cortometraje sobre la sublevación contra los franceses, estrena ahora “El rey de todo el mundo”. Concebida como un musical atípico, y protagonizado por los mexicanos Ana de la Reguera y Manuel García-Rulfo, la nueva película de Saura es una especie de homenaje al folclore mexicano, aderezado con cierta rendición estética a la danza. No en vano, la fotografía corre a cargo de Vittorio Storaro (“Apocalypse Now”), al que el veterano director aragonés solo demandaba paciencia: “En mi experiencia, sé que el corte perfecto no existe, por eso el diálogo con Vittorio Storaro tenía que ser franco. Cuando uno hace una película así, tan estética, es fácil caer en algo parecido al ensimismamiento, así que teníamos que llevarnos la película de un lado a otro para que funcionara, para que siguiera agarrándose a lo narrativo”, explica el realizador en entrevista con LA RAZÓN.

En su última película, primera estrictamente canónica en la ficción en casi una década, Saura mezcla las canciones del México viejo, esas que se rompen por “La llorona” o tienen la voz del apolíneo Carlos Rivera, y las empapa del México actual, ese que vive roto por la desigualdad y siempre de luto por la violencia. Para ello ha contado con un elenco de bailarines profesionales, todos rondando la veintena, que apenas tenían experiencia actoral: “Teníamos que enseñarles ciertos cánones, ciertos manierismos de la actuación, pero yo creo que el resultado es muy bueno”, remata el director sobre un filme que, si bien disfrutable como elemento artístico, se vuelve ensalada de clichés hacia el final, resultando en una perspectiva quizá anacrónica en los tiempos globales en los que vivimos, hasta condescendiente se podría decir, pero aun así brillante por momentos e icónica como artefacto cinematográfico de un privilegiado.

Villaronga desencadenado

Un fotograma de "El vientre del mar"
Un fotograma de "El vientre del mar"ImdbImdb

Después de arrasar en el pasado Festival de Málaga, haciéndose con la Biznaga de Oro a la Mejor película y con premios a la interpretación, guion o dirección, Agustí Villaronga estrena, por fin, la que es una de las mejores películas españolas del año. “El vientre del mar”, rodada en catalán, narra la historia de una tripulación de navío sobreviviendo en un pequeño tablón de 12 x 6 tras un naufragio. De origen teatral, la pandemia frenó el montaje a cargo del mismo director, que se les apañó para contar la historia en un pequeño estudio: “La libertad de mi película partía de sus pocos recursos, de su pobreza”, explicaba a este periodista en el certamen de la Costa del Sol. Tras copar el palmarés y conseguir su ansiado estreno, el director pone ahora el foco en el excepcional trabajo de Roger Casamajor y Óscar Kapoya, sus protagonistas: “Me lo pasé muy bien en el rodaje, pese a tenerlos ahí en remojo durante horas. Conocía bien a Roger, pero no tanto a Óscar, entonces la película se convirtió en una especie de ejercicio de dirección y un desafío al que hace años que no me enfrentaba. Nació como una película humilde, pero creo que es de la que más orgulloso estoy como director de actores”, añade.

En “El vientre del mar”, además del duelo interpretativo y de la soltura estética que permite el ambiente onírico del filme, casi pensado para su disfrute exclusivo en la oscuridad de la sala de cine, hay contemporaneidad rabiosa, se mira al racismo de frente e incluso se reflexiona sobre la condición humana sin renunciar por ello a lo argumental. Lo redondo de la película de Villaronga, que ya se encuentra preparando “una comedia triste, a lo “Little Miss Sunshine””, como adelanta en la entrevista, pasa por su capacidad de transmitir universalidad desde algo tan trivial como un trozo de madera y también por su falta de aspavientos, su reducción al cine de mínimos, para contar una historia que el guionista, Alessandro Baricco, tomó de la realidad.

El secreto de la masa

Escena de "Pan de limón con semillas de amapola"
Escena de "Pan de limón con semillas de amapola"ImdbImdb

El más joven de la terna, y quizá el que menos dificultades ha tenido para sacar adelante su proyecto puesto que se trata de la adaptación de uno de los libros más vendidos de este siglo en España, sin embargo, sorprende: “Levantar una película en este país es una quimera. Es muy complicado, y ni siquiera la llegada de las plataformas lo ha hecho más fácil. Hay hasta quien, por no ser tan comercial, incluso lo tiene ahora más difícil”, confesaba Benito Zambrano en la Seminci de Valladolid, donde presentó su esperada “Pan de limón con semillas de amapola”. Si Villaronga reduce el cine al mínimo con su filme, Zambrano, con la autora del libro original, Cristina Campos, como co-guionista, logra reducir al mínimo el melodrama.

La historia, probablemente, ya se la sepan: dos hermanas heredan una misteriosa panadería en Mallorca que, sin sospecharlo, les va a cambiar la vida para siempre: “El literario y el cinematográfico son dos lenguajes distintos, pero creo que hemos conseguido hacer una historia menos densa pero igual de epatante en lo dramático”, añade el realizador, que ha contado con Elia Galera y Eva Martín como las hermanas protagonistas y con una extraordinaria Claudia Fazi como guardiana del gran secreto en torno al que giran libro y película. Trivialidades y vicisitudes propias de la industria aparte, Saura, Villaronga y Zambrano son el ejemplo perfecto del cuidado del cine español por sus artesanos, todavía con hueco y pretensiones comerciales en una industria cada vez más cambiante. La sal del mar, la harina del pan o la lágrima del folclore son símbolo inmediato del cambio de paradigma en el cine patrio, pero son también la frontera que nos hemos dado como última para que el séptimo no pueda perder su concepción de arte.