Ante la división, María Casares
Figuras como la actriz exiliada en Francia para huir de las balas guerracivilistas deberían servir como ejemplo para la unión
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A muchos de los que levantaban el brazo hace un par de días ni les sonará, pero entre las efemérides de estos días, además de los aniversarios de la muerte en la cama del dictador Franco y el fusilamiento de José Antonio Primo de Rivera en un paredón de Alicante, se ha celebrado otra importante, el centenario del nacimiento de María Victoria Casares Pérez (y hoy los 26 años de su fallecimiento): María Casares, a secas. Hija menor de Santiago Casares Quiroga, presidente del Consejo de Ministros de la Segunda República y ministro de la Guerra al estallar la contienda civil, pero, sobre todo, actriz. Un pedazo de actriz de la que las balas nos privó. En noviembre del 36, cogida de la mano de su madre, Gloria Pérez, tomaba dirección norte para exiliarse en una Francia que terminaría siendo su casa y su nación, aunque, de primeras, la rechazaría: «No quiero renunciar a mi nacionalidad ni a mi patria», defendía «la petite espagnole». Nunca dimitiría de ella.
Allí conocería a una de las firmas con más peso del siglo XX, don Albert Camus, quien tenía mujer y dos hijas, pero en ella encontraría su verdadero amor. Para algo era «la vedete más mimada de París», como la denominaba Margarita Nelken en una entrevista. Y es que Casares lo era todo en Francia, «la más ilustre de las actrices francesas», rezaba aquel texto del 19 de marzo de 1948. Confesaba la intérprete que su preferencia era el teatro frente a la gran pantalla–«no me hable del cine...»– y que bajo el suelo de París era donde se sentía más querida: «La mayor emoción la tengo en el metro. Si, cuando de pronto, alguna obrerita o un obrerillo o un estudiante que me ha estado mirando un rato se me acerca y me pide, con voz trémula, un autógrafo (...) Eso, que se repite siempre que tomo el metro, siempre me produce la misma emoción».
Mientras aquello sucedía en una Francia que se levantaba del envite nazi, la posguerra española arrastraba las penurias de una lucha que ya iba a cumplir diez años de su final. Casares brillaba allende los Pirineos, era admirada en el transporte público, pero también por gentes como Cocteau o Genet. Aun así, María Victoria «vivía en estado de urgencia», que recoge RTVE en El todo o la nada emitido estos días, porque estaba allí de rebote y renunciando a buena parte de su pasado.
Es por ello que la figura de esta actriz insigne de la escena sirve para hablar de coincidencias, de efemérides que se solapan y que hacen replantearse qué queremos: ¿banderas y saludos añejos o todo el legado de un país (en este caso, disfrutado más allá que acá por culpa del enfrentamiento)? La historia ha sido irónica para poner la figura de María Casares pegada a una fecha-emblema, como poco, controvertida.