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Cuando Emilia Pardo Bazán fue pionera de Hitchcock y Agatha Christie

Juan Carlos Pérez de la Fuente e Ignacio García May estrenan en Canal «el primer relato policial moderno de la literatura española», dicen: «La gota de sangre»
Pablo Sarompas

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Juan Carlos Pérez de la Fuente se ha propuesto honrar a «Doña Emilia» (Pardo Bazán) en el centenario de su muerte mostrando la que, quizá, sea su cara más desconocida. Ha querido despojarla de todo ese halo sobrio de «Los pazos de Ulloa» –que, por cierto, también acaba de pasar por Madrid en un montaje firmado por Helena Pimenta– o de «La tribuna», donde, añade el director, «pone por primera vez a las obreras en la escena novelística. Ojalá algún día tenga el dinero para levantar una adaptación...». Ahora, en «La gota de sangre», Pérez se ha propuesto «jugar», dice. Enseñar a una autora metida de lleno en la novela negra, «el primer relato policial moderno de la literatura española», explica Ignacio García May –responsable de la versión que programan los Teatros del Canal del 3 al 19 de diciembre–, pero también señalar a una señora con todo el sentido del humor del mundo. Una Pardo Bazán (1851-1921) que se había construido una coraza frente a las habituales caricaturas que se hacían de ella a principios del siglo XX: «Es como el [tranvía] 31, pasa por Lista, pero no llega a Hermosilla», se mofaba una viñeta «cruel» a ojos del director madrileño.
Sin embargo, «Doña Emilia» estaba por encima de todo eso. Su risa operística «capaz de poner nervioso a cualquiera», apunta, era un símbolo dentro de un carácter que Pérez de la Fuente quiere acercar al de Jardiel y a esas bromas surrealistas: «No está lejos de todo ello. Si alguien quiere conocer su humor debe venir a ver esto porque es un gran hallazgo». Y en el centro de todas las risas aparece él, Ignacio Selva (interpretado por Gary Piquer), «un ser diletante», define de un plumazo. El protagonista de la historia tiene mucho del Sherlock Holmes de Arthur Conan Doyle, aunque no se quiera parecer a él y la historia sí vaya más por unos senderos previos a los que tomarían Agatha Christie y Alfred Hitchcock. «Se anticipa a todos ellos».
Nada de lo que ocurría en Europa era ajeno para Pardo Bazán (de enorme cultura enciclopédica, andariega empedernida y políglota); y el mítico detective no iba a ser menos por mucho que no compartiera el espíritu de ese personaje. «Le gustaba entrar en polémica. De hecho, yo creo que se sentía cómoda en esas discusiones y, por ello, asegura que está bien la figura, pero que es demasiado perfecta. Holmes es un héroe que lo sabe todo, incluso más que la Policía». Fue el germen del señor Selva, un detective mucho más imperfecto y no tan marisabidillo. En su afán por separarse del «retoño» de Doyle, la escritora gallega se sumergió en una investigación que terminaría con la publicación de «La gota de sangre» en 1911.
Ese mismo ambiente de principios de siglo es el que recrea esta nueva función sobre el escenario de la Sala Negra del Canal. Por entonces, Pardo Bazán ya estaba más que asentada en la capital en una fecha clave para el director: «En 1910 comenzaron las obras de la Gran Vía y, un año después, la ciudad sufre un cambio sustancial a nivel arquitectónico. Comienza el ensanche hacia el Barrio de Salamanca y Madrid deja de ser una urbe provinciana y costumbrista para acercase a Europa». Los 60 años que «Doña Emilia» sumaba en aquella época son un espejo para un Pérez que se «identifica en una edad de madurez total».
Y dentro de ese ambiente se moverá un montaje que da comienzo con Ignacio Selva sentado frente al público, fumando un veguero y dibujando volutas de humo en el aire. La habitación está en penumbra. Cerca de él, entre las sombras, hay otra persona sentada, el Doctor Luz (uno de los cinco roles que tendrá que desempeñar Roser Pujol). El protagonista ha acudido al médico –«al psiquiatra», puntualiza el director «sin miedo a las palabras, que son muy importantes en este universo»– porque se encuentra apático. Allí, el especialista le propondrá un «tratamiento perturbador», dice el Dr. Luz: «Salir a la calle a explorar almas (...) No hay vida sin misterio».
De esta forma se inicia «La gota de sangre» que Pérez de la Fuente califica como una «maravillosa gansada». Y no hay mejor ejemplo de ello que el cuplé que inaugura la segunda escena de la pieza, en el Teatro Apolo: «Sin adulación, eres preciosa, tienes una piel de leche y rosas. Tus ojos son negro terciopelo, y me tienen como un anzuelo. ¡Tu talle se puede abrazar! ¡Tus labios se pueden besar! Pero... tu dentadura, tu dentadura. ¡Ay, tu dentadura! Deja mucho que desear». Una canción a medio camino entre Loreto Prado, la reina del teatro por horas, y un cuento de Pardo Bazán, «La dentadura», «una reflexión de que la mujer tiene que ser ella por encima de todo y no depender de nadie. Porque este montaje también ahonda en los derechos de la mujer –continúa el director–. Es una lucha frente al machismo y la reivindicación de un nombre olvidado por norma en los actos del 8M. Doña Emilia tuvo una obsesión con que no podía haber dos maneras de ver la vida por ser hombre o mujer».
«La gota de sangre» de Pérez de la Fuente y García May intenta acabar así con uno de los dos sueños frustrados por la escritora: luchó por renovar la decimonónica escena española, aunque no tuvo gran éxito. La otra aspiración, entrar en la RAE, ya es misión imposible...
  • Dónde: Teatros del Canal, Madrid. Cuándo: del 3 al 19 de diciembre. Cuánto: desde 25 euros.