Tensión
Podemos se plantea ya su utilidad en el Gobierno: el hilo que les mantiene en Moncloa es cada vez más fino
Moncloa mantiene clara su hoja de ruta internacional e ignora a sus socios. El aval a Marruecos recrudece las tensiones. Los morados fían el futuro al «sí» al escudo social
El Gobierno de coalición mantiene una convulsa relación. A las polémicas por la gestión de la guerra en Ucrania, por el envío de armas y el aumento del gasto en Defensa, se sumó este viernes el paso dado por Pedro Sánchez, sacrificando el Sáhara para cerrar el conflicto con Marruecos, en un momento clave por la gestión del gas en Europa. Este movimiento ha soliviantado a Podemos y las consecuencias de esta maniobra en política exterior se analizarán mañana en la Ejecutiva de Podemos. Ni la vicepresidenta Yolanda Díaz ni la ministra y líder morada, Ione Belarra conocían la determinación del Gobierno por cerrar la crisis diplomática dando a Marruecos su aval a su plan autonomista para la antigua colonia. El Gobierno da el paso para obtener garantías sobre Ceuta y Melilla y sobre el flujo migratorio, mientras que Unidas Podemos aboga por respetar la libre determinación del pueblo saharaui. Para los morados el nuevo conflicto comienza a pesar demasiado en su balanza ante las continuas contradicciones que deben aceptar para mantenerse en el poder. Pero todavía son cautos para pulsar el botón rojo y fían esa decisión a las próximas semanas, donde el Gobierno debe negociar con los partidos su «gran acuerdo de país» para paliar las consecuencias económicas de la guerra. En esta negociación los morados se lo juegan todo. Sus medidas estrellas son un impuesto extraordinario a las eléctricas y un cheque de 300 euros para ayudar a pagar la factura de la luz. Si el PSOE dice «no», comenzarán a replantearse su utilidad en el Gobierno y así se traslada en privado al ver cada vez más difícil justificar su apoyo. Hasta ahora, los socios han tratado de minimizar sus diferencias, conscientes de que el hilo que les mantiene en Moncloa es cada vez más fino y que la alternativa es un gobierno liderado por la derecha.
Mientras, en Moncloa dan por descontado que sus socios tienen que marcar perfil con cierta asiduidad de cara a sus votantes. En el Consejo de Ministros sí se aprecian ciertas diferencias respecto a crisis precedentes, en las que desde el ala socialista se trataba de limitar el alcance de las discrepancias o incluso se negaban. Ahora, la actitud se debate entre el pasotismo y la ignorancia. En Moncloa tienen clara la hoja de ruta que debe seguir el Gobierno, en «solidaridad» y «corresponsabilidad» con las acciones que están abordando los socios europeos, y no están preocupados por la reacción que esto provoque en sus socios. «España está donde tiene que estar, en el lado correcto de la historia» o «haremos lo que tengamos que hacer, pese a quien le pese» son algunas de las respuestas que se obtienen cuando interpelas a interlocutores gubernamentales por las fricciones que generan las últimas decisiones en el Gobierno. En cuanto a las críticas por Marruecos, fue el ministro de Exteriores el que se encargó de zanjar la polémica limitando a «matices» el malestar de sus socios. En el Ejecutivo defienden que el Gobierno actúa con «luces largas» y salvaguardando los intereses de España y los españoles.
Más taxativas se muestran otras fuentes consultadas, que despachan con un «es su problema», la actitud que mantiene Podemos, de cuestionamiento continuo de las decisiones que se están tomando por parte del Ejecutivo. Una frase que se ha convertido casi en un mantra. Se utilizó por las citadas fuentes cuando el envío de armas abrió una falla en la coalición, puntualizando que la división no estaba en el Ejecutivo, sino en el sector morado. «No es un problema del Gobierno, es un problema de Podemos», clarificaban, para referirse a que los intentos de asfixiar políticamente a Yolanda Díaz eran «fuego amigo» proveniente de su propio espacio. En el ala socialista revelan, además, que la rectificación de los duros posicionamientos de Irene Montero e Ione Belarra a cuenta del envío de armas –cuando llegaron a calificar al PSOE de «partido de la guerra»– no solo se debieron a un ejercicio de contención voluntaria o de llamada a rebato de Díaz, sino que vino avalado por el escaso apoyo a sus posiciones que percibían incluso entre sus propios votantes. Una soledad que también reflejó el último CIS y que muestra cómo la mitad de los votantes de Podemos aprueba el envío de armas.
En el seno del Gobierno se critica que, en un asunto de tanta envergadura, como una guerra, y con unas consecuencias económicas tan severas para España, una parte del Ejecutivo esté haciendo «política pequeña» y «mirándose el ombligo», en lugar de tener la «altura de miras» que demanda el momento. En Moncloa son conscientes, no obstante, de que esta actitud debilita su posición, porque la unidad que se han propuesto lograr para impulsar medidas a nivel europeo o nacional no la consiguen de partida, en su propio Consejo de Ministros. De hecho, el Gabinete intentó visibilizar una imagen compacta, integrando en la delegación negociadora gubernamental del Plan Nacional de respuesta a las consecuencias de la guerra a las tres vicepresidentas y al ministro Félix Bolaños.
Este parece ser ahora un nuevo campo abonado para la discrepancia. El presidente quiere un acuerdo con todos, también con el PP. De hecho, da prioridad a que el principal partido de la oposición sea parte del mismo, porque así le dará legitimidad. En este punto, desde el espacio confederal ya acotan el horizonte y advierten de que el acuerdo se debe producir en una sola dirección, la de la mayoría de la investidura. Y aquí, los morados, cuentan con el aval de la vicepresidenta, a pesar de las discrepancias iniciales por Ucrania, que en un primer momento arrojó la foto de la división justo en un momento en el que Díaz comienza a testar sus fuerzas para levantar su proyecto político en el que está decidida a desvincularse de los partidos. Ahora tras un «impasse» en las tensiones en Unidas Podemos, tanto desde la cúpula morada como desde la vicepresidencia trasladan el mismo mensaje. «El PSOE debe mirar hacia los socios». Fuentes del espacio confederal siguen expresando su preocupación ante este viraje a la derecha del PSOE y abundan que ello les haría «complicado» su continuidad en Moncloa, ante la presión de los socios en el arco parlamentario.
El Ejecutivo de coalición vuelve a tener que hacer equilibrios para mantener su relación y aquí las apuestas de cara a futuro van en tres direcciones. Desde Podemos surgen los análisis más alarmistas y se ven en la «antesala» de la ruptura. Ven cruciales las negociaciones hasta final de marzo en materia económica. Desde vicepresidencia se ejerce de muro de contención ante esta posibilidad y creen que hay «margen» en cuanto a que el PSOE y el PP acepten sus propuestas. En el ala socialista, las fuentes consultadas mantienen que no hay riesgo de ruptura por su parte, porque ellos están manteniendo una hoja de ruta clara y sin renunciar a sus principios y dando estabilidad al país. Un mensaje velado hacia sus socios. «Cuando estás en el Gobierno hay que dejar la utopía a un lado y ponerse a gestionar», zanjan en Moncloa.
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