Alto tren de vida
Así llamaban a Edwin Arrieta en Colombia por la cantidad de dinero que movía
El cirujano plástico amasaba una gran fortuna y su estilo de vida dejaba claro que no se privaba de ningún lujo. Por eso en su tierra le conocían por un curioso mote
Edwin Arrietamovía una gran cantidad de dinero y mantenía un alto tren de vida. No ocultaba que ganaba bien y que en los negocios amasaba fortuna y es que su labor como cirujano plástico le estaba granjeando ingentes beneficios. Tanto, que en su entorno ya comenzaban a verle como de otra pasta, en otro nivel. Desempeñaba su oficio en Colombia y en Chile y cada operación de estética que realizaba rondaba los 6.000 dólares, por lo que al mes se juntaba con un buen pellizco, dado que intervenía a unas 10 mujeres al mes como mínimo.
Además, ya había comenzado a diversificar sus negocios y a hacer inversiones para sacar un mayor rendimiento a su dinero, incluso apostando por el talento de Daniel Sancho entre fogones. De ahí que se ganase a pulso un mote muy curioso, porque al cirujano colombiano le gustaba disfrutar de la vida y lo hacía a cuerpo de rey. Le gustaba estimular su paladar en los mejores restaurantes, descubrir mundo con constantes viajes por todo el globo y, por supuesto, ayudaba a su familia a que tuviesen una mejor calidad de vida.
Era especialmente generoso, como así se ha podido demostrar tras su crimen en Tailandia, desvelándose pagos mensuales a su asesino confeso de hasta 25.000 euros mensuales, lo que sumaría un total de 300.000 euros al año. Es más, también había invertido dinero en sus negocios y tenía planes de iniciar una nueva andadura en España, con clínicas abiertas en Madrid y Barcelona. Era ambicioso, pero también tenía en mente sueños por cumplir para que su familia pudiese disfrutar como él, pero su muerte truncó sus planes.
En su tierra, Colombia, sus más allegados sabían cuánto dinero podía llegar a manejar. No ocultaba que vivía bien y de sobra es conocido que el mundo de la estética mueve millones, de ahí que entre sus amigos y también más allá de su círculo más próximo se le conociese como “el conde de Lorica”, haciendo alusión al municipio del Caribe colombiano en el que creció y donde ahora lloran su muerte dos meses después de su descuartizamiento a manos de Daniel Sancho.
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