Estos son los deportistas que marcaron nuestra infancia
El escritor Andrés Amorós se sirve de la pericia artística de las ilustraciones de Javier Carbajo para hablar de las virtudes de Drazen Petrovic o Alfredo di Stéfano en su nuevo libro, “Álbum de cromos”
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Hace un año, Andrés Amorós (Valencia, 1941) publicaba en la editorial Fórcola «Maestros y amigos. Semblanzas y recuerdos», en el cual perfilaba su visión de queridos referentes, bien procedentes del mundo académico, como Rafael Lapesa o Dámaso Alonso, bien aquellos con los que había compartido trayectoria vital e intelectual, como Américo Castro o Francisco Ayala. De esta manera, surgían personajes relevantes de la cultura y la sociedad española de los últimos cincuenta años que correspondían con sus pasiones principales: el teatro y el cine –Buero Vallejo, Nuria Espert, Fernán Gómez o Alfredo Landa; los toros –Luis Miguel Dominguín o Eduardo Miura–; y las letras –Cela, Delibes, Torrente Ballester o Antonio Gala–. Pues bien, ahora consagra otro libro a grandes figuras, pero del deporte, mediante «Álbum de cromos», muy bien ilustrado por Javier Carbajo.
Reúne así este catedrático de Literatura Española, y autor de más de ciento cincuenta libros, a una pléyade de treinta deportistas de variadas disciplinas: fútbol, tenis, automovilismo, ciclismo, atletismo, baloncesto, boxeo… Son grandes nombres propios del imaginario colectivo del siglo XX: Jesse Owens, Gordillo, Dražen Petrovic, Ladislao Kubala, Federico Martín Bahamontes, Gento, Luis Suárez, Andrés Gimeno, Emiliano, Fernando Martín… En el prólogo, habla de cómo su «infancia se iba construyendo a base de tebeos, películas de aventuras, pelotas de corcho, plumillas y papel secante, chapas, radionovelas, programas de cine, fotografías recortadas... Todo eso lo guardábamos en una caja metálica». Y cómo el deporte se filtró también en esa educación sentimental y épica. Asimismo, evoca cómo en vez de las «Selecciones del Reader’sDigest», que tanto éxito tenía entonces, su generación leía «Selecciones Deportivas Mundiales», que se conseguía por unos pocos céntimos para así ir formando colecciones de cromos, ir pegando los nuevos en el álbum y guardando los repetidos para cambiarlos en el colegio o en la calle.
De Di Stéfano a Nadal
De ahí que el libro tenga un trasfondo nostálgico en esas primeras páginas, lo que nos lleva a preguntar al autor directamente si los deportistas del pasado le transmiten algo diferente que los actuales, o si todo ello viene motivado por el recuerdo de su niñez y juventud que transforma el pasado en algo más sugerente. «Las dos cosas –responde–. Antes, los deportistas no tenían jefe de prensa, psicólogo, nutricionista, abogado, asesor fiscal, esteticista... Campanal, delantero centro de la «delantera stuka» del Sevilla, firmó siempre en blanco, lo que le quisieran pagar. Y, una vez que el club tenía dificultades, él le prestó diez mil pesetas. ¿Se imaginan a una estrella actual haciendo lo mismo? También, la nostalgia: además del título de un tango, es un muy noble sentimiento. Lo define Antonio Machado: “Se canta lo que se pierde”».
Y realmente el libro es un gran canto a las estrellas del deporte para que no se pierdan desde la reflexión pausada. Por eso, en el prólogo apunta que «en cada uno de los casos, me ha gustado recordar viejas anécdotas y frases que iluminen la personalidad de cada uno de ellos». La intención de Amorós no ha sido idealizar nada, pero se muestra seguro al decir que aquellos deportistas estaban más cerca del heroísmo individual, de la épica. Todos los que el lector encontrará aquí «coinciden en algo básico: la necesidad del esfuerzo, del trabajo, de la ilusión, de no dejarse vencer por la pereza o el desánimo... Esa lección es válida para la vida, no solo para el deporte, y nunca pasa de moda», concluye.
Y ¿siente el autor especial debilidad por alguno de los que aborda en el libro? Y sin dudarlo, contesta: don Alfredo Di Stéfano, «el más completo futbolista. No era el solista sino toda la orquesta. Era capaz de jugar hasta de defensa central (lo hizo frente al Partizan), para que el Madrid no recibiera más goles. Se identificaba plenamente con su oficio: igual que Bach, en la música; Velázquez, en la pintura; Cervantes, en la novela; Shakespeare, en el teatro». Ahí es nada. ¿Y en el presente admira a alguno en particular? Y de nuevo, no le caben dudas: Rafa Nadal. «Sin tener inicialmente condiciones excepcionales, ha llegado a ser un número uno gracias a su esfuerzo, carácter, inteligencia. Dentro y fuera de las pistas, encarna unos valores humanos ejemplares».