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Neill Blomkamp: “No sé si he recuperado mi libertad como cineasta, pero ahora sí sé lo que vale”

El director sudafricano pone fin a su hiato en el largometraje con “Demonic”, su primera película de terror y su vuelta a la realización tras la cancelación de la secuela de “Alien” que iba a dirigir
SELECTA VISION
La Razón
  • Matías G. Rebolledo

    Matías G. Rebolledo

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Estamos llegando al final de la primera década de los dos mil y, en Sudáfrica, hay un joven director que con menos de 30 años está llamando la atención de todo el planeta cine con sus cortos y, sobre todo, sus anuncios para marcas deportivas, en los que mezcla la estética cyber-punk con los desguaces, las chatarrerías y un mundo post-apocalíptico de explotación máxima de los recursos. Después de ganar multitud de premios publicitarios en todo el mundo gracias a una campaña de Nike, el sudafricano Neill Blomkamp (Johannesburgo, 1979), se lanza a la producción de su primer largometraje: “District 9″ (2009). La película, una lectura del apartheid en clave alienígena, no solo se convierte en un taquillazo en medio planeta, si no que además consigue ser nominada hasta a cuatro Premios Oscar y, gracias a la producción de Peter Jackson, pone a su director en el centro de una nueva ciencia ficción, más real y política, casi subversiva, que dominará el género durante los próximos veinte años.
Tras el repentino éxito, Blomkamp hace las maletas y se marcha a Hollywood como el nuevo niño maravilla de la conciencia futurista y transhumanista, y firma su primera gran película de estudio: “Elysium” (2013), protagonizada por Matt Damon. El filme, ahora sí explícitamente político y anti-capitalista, aborda el futuro y los viajes espaciales o, más bien, cómo los ultra-ricos han dominado los viajes espaciales en su propio beneficio dejando la tierra, ya desgastada y a punto de colapsar, para los que no se pueden permitir otra cosa. Pese a que la película funciona bien en taquilla, la crítica americana condena el filme por un final ciertamente extraño, pero eso no impide que Blomkamp siga trabajando en la otrora meca del cine. Así firmaría “Chappie”, lo que llegó a llamar su “proyecto más personal”, con todo un Hugh Jackman en el reparto, pero dándose de bruces contra un público al que no le interesó su revisión del sistema policial americano y su puesta en duda de las inteligencias artificiales. Ciertamente derrotado, aunque no triste, como confiesa, Blomkamp decidió borrarse de las grandes ligas y volvió a Sudáfrica, montó su propia productora especialista en efectos especiales y volvió al cortometraje, a sus orígenes, y a ese cine de experimento tecnológico que le hizo brillar en los inicios de su carrera.
El Vaticano como corporación espiritista
Más de seis años después de su último largometraje, y terminado su retiro por el desierto del “glamour”, Neill Blomkamp vuelve con “Demonic”, que se estrena el próximo 10 de diciembre en cines y que pasó por el último Festival de Sitges. Rodada justo después del confinamiento, su nueva película es una vuelta a sus orígenes en el aspecto técnico pero también una nueva exploración de géneros, aquí el terror, en el que Carly (Carly Pope) descubrirá que el encierro de su madre en una institución mental es mucho más complejo de lo que siempre le habían contado. Entre medias, el Vaticano como una corporación, imaginario tecnológico elevado a lo demoníaco y una película, ciertamente irregular pero atrevida, sobre el duelo, la pérdida y la percepción. Quizá en dos sentidos: uno estrictamente tecnológico y otro más metafísico. Blomkamp atiende a LA RAZÓN por teléfono, para hablar de “Demonic”, de su nueva etapa como cineasta y de aquel proyecto de secuela de “Alien” del que al final no se pudo hacer cargo cuando Disney acabó comprando Fox.
-¿Cómo le está tratando la pandemia a nivel profesional?
-Bien, bien, mejor que hace un año, por ejemplo. Creo que estamos haciendo, por fin, progresos en el tema de las fronteras, así que todo parece ir a mejor. No me puedo quejar.
-¿Cómo nació la idea para “Demonic”? ¿Cuándo se le ocurrió hacer una película en plena pandemia?
-La idea para “Demonic”, en realidad, son dos que había tenido hace tiempo. La primera, y quizás la que inicia todo, es la de trabajar con la tecnología volumétrica de captura de movimientos, la que usamos en las simulaciones digitales que se ven en la película. En ese momento, cuando teníamos la tecnología, no sabía cuál sería la historia de mi película. Entonces rescaté una idea que había tenido hace tiempo, para quizá una película más grande que no llegó a hacerse, y la adapté a las necesidades de esta nueva tecnología. Siempre quise hablar del Vaticano, y a mi entender, era compatible con narrar esa acción de la Iglesia como una gran corporación, como una gran empresa moderna. Eso casaba con algo que siempre tuve claro como guionista, y es que a la hora de afrontar la posesión lo haría como una condición médica, como algo relacionado con la salud mental. Como la esquizofrenia, por ejemplo. Mezclé todo, le di forma, y así nos salió la película final, que es una reinterpretación y realineación de todos esos elementos.
-“Demonic” significa un cambio de paradigma en su carrera. Siempre ha jugado con la idea de las corporaciones malignas, pero nunca dándole a esa corporación un rostro reconocible. Ahora sí lo hace, con el mismísimo Vaticano.
-El Vaticano, en el cine de terror, se ha ido convirtiendo en una especie de cliché. Sobre todo en las películas sobre posesiones. Todo el rato se cuenta la misma historia, la misma trama burocrática y el mismo cuento del cura que va a contracorriente respecto a los exorcismos. Quería huir de eso, combatirlo.
-¿Cree que en “Demonic” ha recuperado cierta libertad como cineasta?
-Es interesante, porque es un concepto con el que siempre he estado peleado. Mi libertad, o al menos lo que yo percibo como libertad, es muy distinta a la que el espectador que sigue mi cine demanda. La gente, por así decirlo, solo quiere que haga películas como “District 9″. Y a mí me encantan ese tipo de proyectos, pero no puede ser lo único que haga. Si uno analiza las críticas de “Demonic”, no hay que darle muchas vueltas. Son, en general, bastante malas, pesimistas. A mí me encanta explorar nuevas narrativas o proyectos tan ajenos a mí en un principio como “Demonic”, pero no sé si la audiencia está dispuesta a acompañarme en ese viaje. No sé si tengo más libertad, si la he recobrado, pero ahora sé exactamente qué cuesta esa libertad.
-¿Por qué ha pasado tanto tiempo entre “Chappie” y esta película?
-No lo sé, realmente. No sé si Hollywood perdió interés en mí o yo en ellos, pero es algo que todavía no tengo claro. Me alejé conscientemente, eso sí, y justo cuando quise volver empezó la pandemia. Estuvo un año sin recibir un solo proyecto, y podríamos decir que rodé “Demonic” casi exclusivamente por diversión, como una manera de mantenerme ocupado. Ahora se ha reactivado todo y vuelvo a estar en la rueda, así que lo próximo que haga probablemente sea a mayor escala.
-¿Cree que su cine, o al menos su último cine, no alcanzó un éxito mayor por ser de índole anti-capitalista?
-No lo sé, no lo creo. No creo que mi cine sea anti-capitalista. Creo que mi cine es político, sí, pero no anti-capitalista.
-Dejemos los rodeos entonces, ¿cree que si su cine fuera menos político usted habría dirigido una nueva entrega de “Alien”?
-Lo de “Alien” siempre es complicado de responder y de atajar, en cierto modo, para mí. Principalmente porque todo lo que ocurrió con el proyecto viniéndose abajo tuvo poco que ver conmigo, realmente, al menos en un sentido estricto de mis ganas de estar involucrado. ¿Tiene que ver la política en ello? No tengo la menor idea. Sé que, por ejemplo, estaba apalabrado un nuevo proyecto con Fox justo cuando fue comprada por Disney y ellos decidieron cancelarlo. No creo que me deban ninguna explicación ni nada parecido, pero es algo que ocurrió, decidieron no seguir adelante porque no querían hacer el tipo de película que yo estaba planeando. No me dolió, y no me duele ahora, porque he tenido la suerte de siempre tener algún proyecto a la vista. Mi principal objetivo ahora, como director, es volver a entrar en la rueda de los grandes presupuestos, volver a contar historias a gran escala.
-¿Fue difícil conseguir, en el apartado digital, el resultado exacto que usted buscaba?
-Lo que se ve en la película es exactamente lo que queríamos conseguir. Ya habíamos hecho pruebas y habíamos quedado contentos en una serie de cortometrajes que hice antes de la pandemia, así que sabíamos exactamente cómo trabajar el movimiento para que fuera fluido. Podríamos decir que soy un obseso de este tipo de tecnologías, así que estaba al tanto de las últimas novedades en este campo. Quizá pueda parecer de baja resolución ahora mismo, pero creo que dentro de cinco años todavía aguantará como tecnología, que se apreciará este tipo de captura en muchas más películas del Hollywood más comercial. Es el futuro, pero es también el ahora porque toda la película es un experimento en sí mismo. En cuanto a la tecnología, lo narrativo, mis propios límites y el hecho de rodarla justo después del confinamiento, claro. No es, en absoluto, una película convencional, y eso solo me lo ha permitido lo ínfimo del presupuesto.
-¿Cómo fue el trabajo con Carly Pope? Ella no deja de ser nuestros ojos, como espectadores, todo el tiempo del metraje.
-La conozco desde los cortos de Oats Studios, y siempre me ha transmitido una energía genial de trabajo. Siempre esforzándose al máximo para contar lo que yo quiero contar. Es una actriz con la que contaría para todo, pero más para lo que sea exigente.
-¿Abre “Demonic” un nuevo capítulo en su carrera? ¿Va a hacer más películas de terror, o al menos, de género, a partir de ahora?
-Creo que la respuesta, ahora mismo, es probablemente. Me he divertido mucho haciendo esta, casi de manera artesanal, así que con un mayor presupuesto creo que podría pasármelo incluso mejor. Pero también tengo en mente hacer una película de corte histórico, algo alejado también de mis anteriores trabajos, e irme, por ejemplo, a una zona de guerra del pasado. No lo sé. Veremos cómo se van dando las cosas para ello.
-¿Estaría usted de acuerdo si afirmamos que “Demonic”, al final, es una película sobre el trauma? ¿O sobre su superación?
-Podría ser. Creo que la idea principal con la que lidia la película es la de lo no resuelto, o quizá lo irresoluble. Puede ser la relación entre una madre y una hija, pero también la del bien y el mal o la de lo santo y lo demoníaco. Y también con la idea de encontrar paz en esos términos, en saber que no todo tiene una solución y que, a veces, lo mejor que podemos obtener es una sensación de cierre por información. No todo tiene que tener un sentido lineal y cerrarse, para que podamos progresar y crecer como personas. Al final, podríamos decir también que es una película sobre la percepción, más allá de lo obvio, entre lo onírico, lo digital y lo real, si no sobre cómo percibimos a las personas según quién nos cuente quiénes fueron.