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De Elcano a El Cid: la progresía hace de izquierdas a los héroes españoles

El Doctor en Historia Guillermo Fatás Cabeza rebate el anacronismo cometido por Álvaro Morte al intentar convertir a Elcano en un personaje progresista
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Elcano era de izquierdas, afirma un actor de Algeciras, al que le ha dado por ahí. «Para evitar que se lo apropien», dice. «Lo que he hecho con el personaje de Elcano», expone atildado y desprejuiciado en una entrevista, «es un tipo muy de izquierdas, que busca siempre el consenso entre sus hombres, que persigue el bien común y no el bien propio y que somete a votación las grandes decisiones que toma. Mi Elcano es muy de izquierdas y cero totalitario». El Elcano de Álvaro Morte. Al escritor Pérez Reverte le ha quitado las ganas de ver la serie «Sin límites», esa en la que Juan Sebastián Elcano, el héroe español que fue primer marino en completar una vuelta al mundo, nacido en 1476, se convierte por obra y gracia de Morte en «un tipo muy de izquierdas». Desconocerá el actor, claro, que los términos «izquierda» y «derecha» no aparecerían hasta más de tres siglos después, con la Revolución Francesa, y se debe a la ubicación en la asamblea nacional de 1798 de los diferentes diputados, extendiéndose más tarde por toda Europa como segmentación ideológica.

Anacronismo flagrante

«Las izquierdas nacen en la asamblea nacional francesa muriendo el siglo XVIII», explica Guillermo Fatás Cabeza, Doctor en Historia y catedrático emérito de Historia Antigua de la Universidad de Zaragoza, director del Heraldo de Aragón entre los años 2000 y 2008, «hablamos de izquierdas y de derechas solamente desde que, desde el punto de vista de la presidencia de la asamblea, se empezaron a sentar a la izquierda los jacobinos, que eran más revolucionarios, a la derecha los que eran republicanos pero más conservadores, y al fondo, en los bancos más altos, La Montaña. Y antes de ese momento histórico, la dicotomía derecha-izquierda, no es solo que no se use, sino que es que no la hay siquiera». «Estas declaraciones», continúa Fatás, refiriéndose a la «pintoresca» exposición de Álvaro Morte, «son un anacronismo flagrante. Si existiera un manual sobre anacronismos, aparecerían en él sin ninguna duda», ríe.
«La historia de Elcano», prosigue Fatás Cabeza, que desde 1992 es académico de la Real Academia de la Historia, «incluye anécdotas en las que habría que trabajar mucho para ser capaz de convertir al personaje en alguien de izquierdas, obviando el anacronismo, claro. Compra negros en Cabo Verde, por ejemplo, para que hagan el trabajo duro de achicar las bombas de La Victoria, que hacía agua. No sé que criterios podríamos aplicar para que eso se corresponda con ser de izquierdas, es absurdo. Ese mismo año, en el viaje de regreso a España, deja a doce compañeros en manos de los portugueses para ponerse él a salvo y no ser capturado. ¿Cómo calificar eso de manera que encaje en un “era muy de izquierdas”, con un “persigue el bien común y no el bien propio”? Lo importante de Elcano es lo que hizo, esos 85.000 kilómetros en poco más de mil días. Y eso es lo que se celebra. ¿Y no puede celebrarlo la derecha? ¿Significa celebrarlo que se lo apropie? ¿Y es más legítimo que se lo apropie, para evitarlo, la izquierda?» .
«Elcano era un hombre de negocios que quería hacer negocios en el mar», explica el historiador. «Es un anacronismo calificarlo de pertenecer a la izquierda y hay que prevenir el incurrir en anacronismos cuando hablamos de historia. Un anacronismo es algo que está fuera del tiempo que le corresponde. Los hay que son por pura negligencia. Es, por ejemplo, ponerle a un reloj de pulsera a un romano en una película. Por descuido, quizá. Hay anacronismos que son por ignorancia, y que no tienen por qué ser graves. Una película en la que Napoleón aparece en Viena y suena un vals precioso, por ejemplo, pero es un vals de 1860. Estás induciendo a un error o engaño. En “Salvar al Soldado Ryan”, recuerdo ahora, aparece un soldado negro y en aquella época no ocurría eso. Los soldados negros estaban en otras unidades separados. Son anacronismos bastante comunes en las artes y en la cultura popular. Pero hay anacronismos, muy dignos de atención, que son intencionados y voluntarios, a diferencia de estos otros, y que persiguen un fin. Algunos de ellos son muy malvados. Hay anacronismos que se han consagrado y que tienen su punto de mala intención. En España hemos padecido anacronismos intencionados muy perniciosos sobre todo por la vía de los nacionalismos, y no solo por parte de los nacionalismos separatistas. El nacionalismo español nos ha hecho descender en línea directa del héroe Viriato o de Indíbil y Mandonio», señala.

Dudoso revisionismo

Apunta también Fatás Cabeza que «es imposible evitar al mil por mil el anacronismo, porque los que tenemos oficio y obligación, por deontología profesional, de explicar lo mejor que podemos tiempos remotos, no podemos vivir en el tiempo que describimos. Hay que tomar cautelas redobladas». Admite que le parece «de una gran ligereza que alguien hable de Elcano en estos términos, porque además hay un gran debate detrás que implica a Portugal y que implica a Magallanes, con el cual Elcano se llevaba muy mal. ¿Es de izquierdas porque tomó parte en alguno de los motines que tuvieron lugar contra él? Yo creo que esto responde a la típica intención del progre que está siempre de militancia preelectoral. Un izquierdista bien formado, un historiador de izquierdas, que los hay y que son maestros de todos nosotros y han construido herramientas conceptuales de aproximación a la realidad del pasado, y que nos obligan a la reverencia, jamás habría afirmado tal cosa. Este ya no es que sea de alguien que sea de izquierdas, es que es algo propio de un progre. Y no lo digo con afán de ofender, sino de describir. No creo ni que podamos meter estas declaraciones bajo el epígrafe del revisionismo histórico, que sería mucho cajón para él. Esto no llega ni siquiera a ocurrencia».
Refiere el biógrafo de Juan Sebastián Elcano, Manuel Lucena: «El recibimiento en Sevilla fue entusiástico y de índole popular, especialmente cuando los marineros cumplieron su promesa de ir descalzos con velas a la iglesia trianera de Nuestra Señora de la Victoria. El Emperador ordenó a Elcano que fuera a verle a Valladolid con dos de sus compañeros, lo que cumplió el marino fielmente. Carlos V fue generoso en sus recompensas. Cedió su quinto real o el 20 por ciento del valor de la mercancía traída para los marineros (incluidos los prisioneros de Cabo Verde) y nombró caballero a Elcano, otorgándole un escudo que rememoraba su hazaña: estaba dividido en dos cuarteles; en el superior habría un castillo sobre campo rojo; en el inferior dos palos de canela, tres nueces moscadas en aspa y dos clavos de especie, representados sobre campo dorado. Como cimera, un yelmo cerrado sobre un globo terráqueo con la leyenda “Primus circumdediste me”. Luego, por cédula de 23 de enero de 1523, le otorgó la merced de quinientos ducados de oro anuales y vitaliciamente sobre los fondos de la Casa de la Contratación de La Coruña, que acababa de crearse». Todo muy de izquierdas… «Estamos hablando de historia», concluye Guillermo Fatás, «y la historia te amuebla la cabeza. Te inspira sentimientos, determina conducta. Cuando alguien va a hacer una valoración de un personaje histórico para el gran público no puede obrar con tal ligereza».