Paco León: “Me daba menos pudor destrozar “El mago de Oz” que algo de Shakespeare”
El director presenta en San Sebastián su libérrima y posmoderna adaptación del clásico cuento de la mano de Dora Postigo
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Con intención de reformular las estructuras narrativas clásicas de la versión original y deconstruir los parámetros cinematográficos de Victor Fleming así como los literarios de Lyman Frank Baum para transformarlos en algo completamente distinto y abigarrado, repleto de luces de neón, subrayados estéticos en los movimientos de cámara y códigos de posmodernidad millenial, Paco León, que asegura ser muy gracioso cuando le pagan, ha vuelto a demostrar pericia en eso de hacer lo que le da la gana.
“Rainbow”, el último invento creativo del director sevillano, que se presentó ayer en el Velódromo donostiarra, se plantea como una reinterpretación de “El mago de Oz” con la debutante Dora Postigo como protagonista (hija de Bimba Bosé), que pone al servicio su voz, además de su actuación, y el talento de dos incontestables de nuestro cine como Carmen Maura y Carmen Machi en un estrambótico papel de brujas –la peluca franciscana semipunk de Machi no tiene desperdicio–. Una suerte de “coming of age” experimental y desordenadamente estrafalario, que cuenta el aval de una plataforma como Netflix para su estreno en la plataforma el 30 de noviembre. El niño de grandes ojos azules criado en el sevillano barrio de Parque Alcosa, ese que hasta segundo de B.U.P., no empezó a hablar socialmente porque tenía “mucho mundo interior y muy poco exterior”, cae en la cuenta a lo largo de la conversación que mantenemos, de que “mi vocación como actor nace un poco de querer salir de esa limitación que es ser solo uno mismo y poder convertirme en otros, abarcar otras vidas”. Sin embargo, ser Paco León hoy en día, no parece nada insuficiente.
¿Qué inseguridades invaden a un director cuando se lanza al arriesgado terreno de las adaptaciones y más, tratándose en este caso de un clásico como “El Mago de Oz”?
En esta ocasión, como lo que me interesaba más era la estructura, el planteamiento es bastante libre. Y me daba menos pudor destrozar “El Mago de Oz” que de repente coger un Shakespeare, pero también quería respetar un poco el espíritu, aunque no fuera literal. Cosas como por ejemplo la estructura de los personajes, que hubiera por supuesto unas brujas, los zapatos, las cosas icónicas: de hecho, incluso por respetar eso me atreví a tener el perro durante toda la película. Al principio pensaba “no no, lo dejamos en la casa y que ella viaje sin perro”, porque tener al pobre durante toda la película iba a ser un infierno, pero no lo fue. Quería como te digo, dentro de las licencias, ser fiel a la parte más simbólica del cuento.
Con este cuarto largometraje te alejas del costumbrismo y de la limitación en términos de presupuesto que tuviste con “Carmina o revienta”. ¿El hecho de que un gigante del streaming como Netflix esté detrás de esto, te generaba contradicción a la hora de abordar el trabajo por miedo a perder tu mirada autoral o sentir que de alguna manera claudicabas ante lo comercial?
Mmmm te diría que no. Al revés, era una cosa mía lo querer salir de ahí y experimentar con el terreno de la fantasía. El reto de esta película era también utilizar lenguajes muy experimentales a una película fácil y mainstream, que creo que a veces está demasiado separado. Parece que las películas o determinados códigos como la danza contemporánea solo se acepta si ocurre en espacios muy concretos para que les interese a cuatro personas, así que llevar ese tipo de estéticas o de lenguajes aplicados a una historia sencilla y fácil de ver y más dentro de una plataforma que ve tantísima gente me parecía como mejor, me atraía más. Intento, y en mucha medida lo consigo, hacer lo que me da la gana. Soy bastante libre como creador y estoy muy conectado con lo que me apetece hacer en cada momento. Me siento yo más usándoles a ellos que ellos a mí.
¿De qué forma te gusta integrar la estética en la configuración del relato que quieres contar?
Bueno en este caso era casi la razón de ser. Más que una historia, lo que me interesaba con “Rainbow” era crear un universo con sus propias reglas y con una estética muy concreta. No es decorativa, sí fronteriza, donde sin perder el realismo (porque está todo como justificado realistamente) llegar un poco a la fantasía. En ese sentido yo creo que hay algo que suena a otras cosas que yo he hecho (la manera de improvisar, de usar actores noveles) y llevarlo a una diversión estética que vaya desde la ropa hasta los decorados.
¿La elección de Dora Postigo como protagonista, teniendo en cuenta además que no contaba con experiencia previa como actriz, puede leerse también en clave de homenaje velado a la memoria de Bimba? ¿Qué ha supuesto para ti descubrirla?
La elección de Dora se debe a mi admiración por ella como artista. Me parecía increíble que con trece años empezara a componer así, la seguía en Instagram, me gustaba lo que hacía. Ella misma me propuso dirigir el videoclip de “Ojos de serpiente”, un bolero que tenía y justo a la vez que eso pasaba yo le propuse participar en la versión de “El Mago de Oz” que en ese momento me rondaba la cabeza. Ya no era solo coger a una actriz, sino hacer una película con la Marisol del siglo XI, tener a una cantante que te presta su nombre. Pasar del “Marisol rumbo a Río” al “Dora rumbo a “Rainbow” y que esto sirviera para hablar de esa niña prodigio que puede ser perfectamente una Judy Garland actual. De hecho, tenía exactamente la misma edad que la actriz cuando grabó la película. Eso sí, a ella no le dimos ni barbitúricos, ni anfetaminas.
A pesar de que empezara siendo una fábula infantil, “El Mago de Oz”, terminó convirtiéndose con el paso de los años en una auténtica película de culto, ¿qué títulos de referencia te vienen a la cabeza cuando piensas en tu infancia?
Pues recuerdo las películas estas de Marisol y de Joselito. Es increíble pero el cine digamos popular, poco académico (como cuando decía que para “Carmina o Revienta” mis referencias cinematográficas eran las películas de Bud Spencer y Terence Hill donde el gordo le pega al malo) es el que más me gusta. Hay cine de autor claro, que también he visto, pero creo que lo que más se te mete dentro es todo lo que veías de pequeño y en mi caso eran este tipo de cosas. Como “E.T” por ejemplo. Era un muñeco de plástico, pero me parecía el ejemplo perfecto de partir de algo realista y llegar a una fantasía.
¿Dirías que te ha costado ganarte el respeto de la industria como director?
A mí me sorprende que se me tome enserio, para empezar. Y también que haya gente a la que le parezca más formal ser director que ser un payaso, cuando me parece mucho más complicado lo segundo que lo primero. Esta es la primera película en la que yo siento que me pesan un poco las expectativas. Siempre he empezado a dirigir un poco como si fuera una actividad extraescolar para mí. Soy actor, de repente hago cositas con mi madre y ya está. Pero después de “Arde Madrid” yo noto que la industria de repente ya se espera a ver qué hago. Y esto es algo que me da miedo, mucho respeto, me paraliza y tengo que hacer un esfuerzo grande al mismo tiempo de no obedecer a esas expectativas que se tiene sobre mí. Sino tener yo las mías y seguir un poco divirtiéndome, que es lo que intento hacer con todas mis fuerzas.
¿Qué elementos del universo formal de “Rainbow” echas de menos en la vida real?
A mí que la realidad siempre me ha inspirado muchísimo, creo que para esta fantasía también. Si sabes mirar, de repente ves que la realidad está llena de momentos mágicos. Ya nos contaron en “American Beauty” la magia de una bolsa volando (que aquí, por cierto, también hay un pequeño homenaje a eso), pero incluso en lo musical, por ejemplo. La escena de la estampida de los manteros con Vivaldi lo viví yo exactamente igual en Plaza Cataluña, que había unos rusos tocando el “Verano” de Vivaldi cuando llegó la policía y todo empezó a empastar en mi cabeza de manera inmediata: veía los movimientos, los saltos, la prisa, lo hipnótico del momento.
No sé hasta qué punto la experiencia de dirigir a dos animales escénicos como Maura y Machi resulta comparable con algo…
Se parecía bastante a cuando rodamos con el león (risas). Te impone mucho, pero es fascinante. Rodar con un león es muy imponente, pero con la Machi y la Maura nos hemos divertido muchísimo, sabía que se iban a llevar muy bien porque se parecen mucho en la manera de trabajar: son dos señoras de Chamberí, que aman la profesión, el oficio, son soldados muy profesionales pero me encanta que lo consideran un juego y una tontería, no son de estas intérpretes que solemnizan el trabajo, son jugadoras. Y muy buenas. Para mí las mejores que hay.
¿La frivolidad te parece compatible con la creación?
Uy sin duda. A mí la frivolidad a veces me parece que es la única respuesta inteligente a la realidad. Porque muchas veces pienso esto de “¿to pa qué? Pa na”. Hay que aprender a reivindicar mucho más lo ligero, que también tiene su mérito.
¿Eres de los que se siente cómodo atravesando un camino de baldosas amarillas, sin tener claro lo que te espera al otro lado? ¿Te gusta no saber qué va a pasar cuando haces algo?
Sí, sobre todo porque es inevitable. Hay una de las frases que más se quedan de la película que es que “hay algo más fuerte que el miedo y es la curiosidad” y creo que me identifico en los dos sentimientos: el miedo de no saber y la curiosidad de no tener ni idea de lo que te mueve. Cuando haces una película, en realidad hay algo como de no crearla, sino de descubrirla.