Patio de gigantes
Wojtyla se acercó a Monseñor Albacete, imposible de camuflar y, apoyándose con el hombro en su pecho, le susurró: «Ahora que soy tu papa, digo yo que me contestarás a la correspondencia»
Wojtyla se acercó a Monseñor Albacete, imposible de camuflar y, apoyándose con el hombro en su pecho, le susurró: «Ahora que soy tu papa, digo yo que me contestarás a la correspondencia»