“Shang-Chi”: Marvel enmienda su racismo para seguir encontrando oro en la diversidad
En “Shang-Chi y la leyenda de los diez anillos”, Marvel Studios y Disney no solo levantan a su primer héroe asiático con éxito, si no que con él aportan un tipo de acción inédita en el UCM
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A principios de la década de los setenta, cuando Marvel Cómics se encontraba en su última época de bonanza antes de ser comprada por Disney, se lanzó a robar. Tal y como suena. La casa de las ideas, con Stan Lee al frente, comenzó a “inspirarse” en personajes de la cultura popular para dar respuesta a la demanda de nuevos rostros que había entre sus aficionados. Así, cuando el guionista Steve Englehart estaba viendo «Kung-Fu», se le ocurrió que el aprendiz de artes marciales al que encarnaba David Carradine podía tener una versión en los cómics, quizá más espectacular, menos filosófica, más de consumo directo. Unos cuantos tópicos y chistes racistas después, nació «Shang-Chi», que llegó a tener su propia serie desde diciembre de 1973, pero que fue descontinuado apenas unos años más tarde. Por eso, cuando se anunció que un personaje lleno de estereotipos sobre la comunidad asiática en Estados Unidos formaría parte del Universo Cinematográfico Marvel (UCM), se encendieron todas las alarmas de lo «woke» y también las de lo reaccionario, que veían en ello otro ejercicio de revisión histórica.
La violencia como herramienta narrativa
Adaptándose a los tiempos, y eliminando cualquier referencia al «terror amarillo» (como era conocido en los cómics), «Shang-Chi y la leyenda de los diez anillos» no solo resuelve en forma de película adrenalínica la coyuntura problemática de los orígenes del personaje, convirtiéndolo en un inmigrante asiático en San Francisco, sino que además lo hace con un tipo de acción, la verdaderamente violenta, que hace tiempo que no veíamos en una película de superhéroes: «Normalmente desconecto cuando veo escenas de acción en las películas, pero no cuando se usa como herramienta de narración. ¿Por qué este personaje está pateando a este? ¿Por qué lo hace de esa manera? Jackie Chan y su equipo de especialistas crearon hace décadas un estilo de escenas de acción que a mí me han inspirado toda la vida. Por eso, tener en el set de rodaje a expertos de su equipo fue muy importante para crear las coreografías», explica el director, Destin Daniel Cretton, que eligió entre más de 3.000 candidatos al sino-canadiense Simu Liu, para el papel protagonista: «Odio el proceso de casting, pero participar activamente es la única forma de asegurarme de que podíamos encontrar al Shang-Chi perfecto», confiesa.
«Siempre fui un apasionado de “Los Vengadores”. Y no me cerraba a nada. No sé si debería decirlo, pero me encantaba Marvel igual que me gustaba DC. Con Shang-Chi en concreto no tenía esa misma relación, porque quizá es uno de los personajes más olvidados y más oxidados, desactualizados. Quizá la palabra adecuada para definirlo sería “tópico”. Ahora no, porque hemos conseguido un personaje que vive y respira en 2021 y su percepción de lo asiático, lo americano y lo asiático-americano es mucho más sana», explica Liu a través de videoconferencia con este diario. Y sigue, sin miedo: «El camino más fácil para conseguir más representación asiática es hacer buenas películas, que sean incontestables. Es fantástico que estemos celebrando la primera película así de Marvel, pero necesitamos la segunda, la tercera y la cuarta. Lo entusiasmado que estoy con esta no es nada comparado con lo que puede y debe inaugurar. Las que vengan después son aún más importantes, porque necesitamos que eso esté ahí y que la gente pueda apoyarlas con sus ojos y con su cartera. Que se demuestre que es lo que queremos ver. Es lo que se hizo con “Black Panther” en 2018 y quedó demostrado que funciona, o que al menos puede funcionar. Que ese público no es minoritario.», dice esperanzado.
Midiendo la comedia
Después de producciones como “Wandavision”, “Falcon y el Soldado de Invierno” o “Loki”, que exploraban aspectos más dramáticos del UCM, “Shang-Chi y la leyenda de los diez anillos” vuelve por los derroteros que engancharon al mundo entero a las películas de superhéroes. Más allá de la acción que Cretton le imprime al filme, la película sabe medir su propia consciencia y juega con la comedia, mucha más que sus predecesoras, para restarle intensidad a la trama “freudiana” sobre la que gira la película. Esa responsabilidad, la del alivio cómico, recae sobre la humorista Awkwafina, que con sus papeles en “The Farewell”, “Jumanji” o “Raya”, se está convirtiendo en la cara y la voz hegemónica de la representación de lo asiático-americano en Hollywood: “Creo que el cambio sigue por películas como esta, por historias auténticas. Siempre he sido muy optimista respecto al cambio que se está dando en Hollywood en términos de diversidad. Por supuesto, eso no tiene que dejar fuera del análisis el punto desde el que venimos. Espero que películas como esta abran el camino a más, y pinten un nuevo camino en términos de representación, no solo asiática. Es un momento importante para ello, y solo seguirá creciendo”, explica en entrevista con LA RAZÓN.
Criticada duramente por su “blaccent” a la hora de rapear, es decir, utilizar los modismos y las palabras propias de la comunidad negra de Estados Unidos para expresarse, Awkwafina opina sobre la propia representación asiática y como, normalmente, se reduce a lo chino o a lo japonés. Acostumbrada a la “cancelación”, la actriz responde sobre su condición de “niña de póster”: “Sí, es una responsabilidad siempre, pero mucho más cuando no hay muchos de nosotros ahí. Es una tarea que parece imposible, que nunca vas a estar a la altura, pero lo cierto es que hagas lo que hagas vas a estar representando a mucha gente. Es algo que me tomo muy en serio, pero creo que la mejor forma de acercarse es ser uno mismo y tomarse las cosas poco a poco. Y también es la mejor forma de entender que la experiencia asiático-americana no es singular, si no que hay muchas maneras de afrontarla, que es muy diversa. Cuantos más relatos veamos así, mejor será la comprensión por parte de ello de la sociedad”, remata.
Vehículo de lucimiento para Tony Leung
Uno de los grandes aciertos de “Shang-Chi”, más allá de que sus personajes hablen en el idioma local del país en el que se muevan -y menos mal, que ya dejamos atrás a los rusos hablando inglés con acento en pleno Moscú-, es contar con la experiencia y las tablas de Tony Leung para dar vida al villano y padre de Shang-Chi. El actor fetiche de Wong Kar-Wai vuelve a estar soberbio en la gran pantalla y es el gran aporte dramático de la película, sujetando los diálogos que mantiene con Liu y mostrándose férreo e implacable cuando toca.
Su mirada, quizá la última icónica y reminiscente del cine clásico, se crece en la película y quizá ya solo por su presencia, también acrobática, merece la pena comprar la entrada: “Rodar con él fue un sueño. Es un tipo que se ha hecho grande tan solo con su mirada, tiene estos ojos preciosos y emotivos que dicen tanto, incluso cuando no está diciendo nada. Estoy muy feliz de decir que fui el recipiente de esos ojos, y fue una alegría enorme. Es una leyenda, y además fue muy generoso. Nada de ego, solo entrega y buenas palabras para el equipo”, explica Simu Liu. Fala Chen, que en los “flashbacks” de la película interpreta a la madre de Shang-Chi, también se deshizo en elogios hacia su compañero: “Fue muy fácil trabajar con él, y muy excitante, muy emocionante. Constantemente me tenía que decir “es solo tu compañero, somos iguales”. Cuando pude dejar eso de lado, todo fluyó magníficamente. Y él me inspiró mucho, me regaló cada escena”, se despide.
Tony Leung y los problemas de racismo y diversidad o representación aparte, lo cierto es que “Shang-Chi y la leyenda de los diez anillos”, por primera vez quizá desde “Black Panther” aporta una identidad propia al UCM, como si de verdad hubiera un sentido de autoría detrás de la película y la acción, en este caso golpes de artes marciales y escuadrones “ninja”, estuviera enfocada en la narración. No se da un solo puñetazo que no tenga sentido y, para sorpresa inaudita en este adinerado universo, apenas hay explosiones. Su tramo final, más monstruoso y digno de la pantalla grande, quizá sea un peaje del estudio a pagar por todo lo que vemos en su hora y media anterior, que no es otra cosa que una historia sobre las decisiones que tomamos más allá de dónde venimos y los traumas que hayamos podido guardar y, por qué no decirlo, un gran homenaje a películas como “El mono borracho en el ojo del tigre”.