Este libro es necesario en el duelo y ante la pérdida
Massimo Recalcati aborda el tema de la muerte centrado en lo que les ocurre a quienes se quedan y deben afrontar el duelo, el dolor y la melancolía


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Ya explicó Freud en «Duelo y melancolía» la diferencia entre ambos afectos, en el que la melancolía no es más que un duelo perenne por un objeto que nunca se tuvo (de ahí la dificultad de la cura), mientras que el duelo se trata de una afección que puede volverse patológica si no se superan los momentos que llevan a una salida, a una especie de curación, de un nuevo vínculo con la vida. Porque, ¿qué ocurre cuándo se pierde a un ser amado que daba sentido a una existencia? Una suerte de caída en el abismo sin puntos de referencia a los cuales amarrarse, hasta que aquello que se ha perdido se convierte en una guía, en una certeza, la certeza de lo que ya no está pero que, aun así, como las estrellas muertas, sigue irradiando luz en medio de la oscuridad.
La vida sigue fluyendo
Esto es el planteamiento del psicoanalista Massimo Recalcati (Milán, 1959) en «La luz de las estrellas muertas», un profundo ensayo sobre el duelo, la nostalgia, la melancolía, y en cuyo centro está la experiencia humana ante la pérdida, a veces traumática, pero siempre una condición inevitable de la existencia, dado que la vida fluye y «sólo puede fluir a través de sus innumerables muertes». No obstante, y esta es la pauta desde la que se desarrolla el libro, es gracias a estas muertes que el ser humano puede encontrar algo de redención, algo de ese renacimiento indispensable que, como refiere la cita de Hannah Arendt al comienzo, nos muestra que no estamos hechos para morir, sino para nacer. Y nacer incontables veces. Así, el punto de apoyo sobre el que se sostiene esta obra no es tanto la pregunta sobre el destino de los muertos, sino sobre lo que ocurre con los que quedan, marcados por las huellas de los que no están pero, sin embargo, permanecen. El libro, en todo caso, no se ofrece como un manual de escape de la melancolía, sino más bien como un cuaderno de bitácora para afrontar no el duelo y lo que falta, lo que no está, eso que pone en marcha, no obstante, un tranvía llamado deseo.