El hombre tranquilo por Martín Prieto
En la madrugada del 20 de noviembre de 1975 Felipe González, acompañado de un grupo de correligionarios, velaba en su piso madrileño de Pez Volador hasta que les leyeron por teléfono un teletipo de Europa Press: «Franco ha muerto». Alguien sacó champán y ofreció una copa al todavía «Isidoro». Felipe fue tajante en el rechazo: «No seré yo quien brinde por la muerte de un español».